Si observamos la historia de las relaciones sociales en todas las sociedades y en particular la nuestra, podemos constatar que es difícil la convivencia entre grupos de personas con diferente origen cultural, en un solo ámbito territorial. Son relaciones complejas que se exacerban cuando, como en el caso peruano, se suman a las diferencias culturales la exclusión y la pobreza, producidas, entre otras razones, por el fenómeno de la dominación de una cultura sobre la o las otras. Estos son precisamente los fenómenos sociales sobre los que hay que intervenir, con una perspectiva de interculturalidad para lograr superar las diferencias existentes y encontrar formas de integración y bienestar para todos.

Se trata de un proceso largo y difícil en el que está en juego no solo la viabilidad del Perú como nación, sino también la posibilidad de su desarrollo. En sociedades marcadas por el conflicto y las relaciones asimétricas de poder entre las diferentes culturas, se torna imperativo propiciar la integración sobre la base de principios de interculturalidad para la construcción de nuevos consensos y acuerdos, así como del reconocimiento de identidades culturales valiosas.
Se trata de fomentar el diálogo y el intercambio de saberes o conocimientos, percepciones y visiones de la vida y el mundo, sobre la base de valoraciones del uno hacia el otro, pero no con la finalidad de establecer simplemente un modus vivendi, sino para integrarse y propiciar la aparición nuevos productos y conocimientos, hijos de ese intercambio que, como en el caso de la gastronomía nacional, alcanzan nuevas cotas de perfección y se convierten en los nuevos valores de la nación.
De lo que se trata entonces, es de proponer nuevos valores al mundo de hoy, de difundir maneras de ver, trabajar y producir, inspiradas en nuestras propias tradiciones, creando al mismo tiempo formas nuevas de modernidad. Esto es posible de ser creado al desarrollarse afianzando nuestra multiculturalidad y creando modernidad desde ella. Es fundamental conocernos, descubrir nuestros conocimientos ancestrales y dotarlos de los instrumentos de la modernidad para que juntos, el valor de lo moderno y el valor de lo tradicional, generen lo nuevo. Es posible imaginar una modernidad diversa y plural, más rica, que considera y explora muchas alternativas a la vez y que las confronta permanentemente en los nuevos y veloces espacios de hoy.
Es posible crear relaciones sensatas de convivencia sobre la base del respeto y aprovechamiento de la diversidad, aspecto en el cual el Perú tiene ventajas comparativas, si somos capaces de ir a nuestras raíces y aprender de nuestras antiguas culturas. No podemos dejar de lado el hecho que desde siempre, los antiguos peruanos supieron manejar la diversidad de la naturaleza. Pero además, tuvieron muchos recursos para manejar la diversidad de los grupos sociales y hacer posible la convivencia entre quienes se mantenían diferentes.
Nos corresponde entonces asumir el riesgo de luchar por un mundo regido por el principio de la interculturalidad, desde luego de enormes dimensiones, aprendiendo a pensar el mundo desde nuestra experiencia en un diálogo constante con quienes han avanzado desde su propia historia en la construcción de propuestas del manejo de la diversidad. Algunos caminos se han abierto en el arte, la música, la pintura, la literatura como no. También en la ya mencionada gastronomía pero la gran apertura de los saberes ancestrales sobre la seguridad alimentaria, el manejo del ambiente, la biodiversidad, la textilería con fibras de camélidos sudamericanos, la medicina y otros muchos aspectos aún esperan ser potenciados. La tarea es inmensa pero la recompensa para todos será, sin ninguna duda mucho mayor.